Etimología del coaching

Si nos sumergimos en la etimología del término, viajaremos tiempo atrás, hasta la Hungría del siglo XVI, haciendo parada en la época de los “Koksi szekér” (vehículos de Kocs), un servicio de diligentes carruajes, prontos para sus tiempos, que más tarde se extendieron hasta llegar a Francia y en los siglos XVII y XVIII hasta las islas británicas (mail coach, stage coach, coachman).

En Inglaterra, a finales del s. XVIII, en la alta sociedad empieza a practicarse un deporte que consiste en la conducción de estos carruajes de manera competitiva. Más tarde, en el ámbito universitario, los estudiantes ingleses utilizaron el término “coaching” para denominar al profesorado encargado de darles orientación y guiarlos durante el curso académico.

Hasta llegar, siguiendo dicha temática, a Estados Unidos (década años 60) donde los “coachs” se designaron como entrenadores deportivos, preparando y acompañando activamente a los deportistas para la competición.

A través de la práctica, fueron estos mismos técnicos, quienes encontraron la necesidad de incluir un enfoque holístico que comprendiera también las competencias psicológicas; preparación mental, gestión emocional y motivación, como bases sólidas en el acompañamiento deportivo.

Es a partir de ese momento, donde el coaching se concibe como método de acompañamiento para optimizar las capacidades mentales y como procedimiento que ensalza y activa las propias habilidades para la superación personal. Es por ello, que en la década de los años ochenta su representación se implanta en el mundo de la empresa, con el objetivo de establecer un correcto trabajo en equipo, profesionalidad y orientación al logro.

Por otro lado, por el hecho de vislumbrar un tanto más sobre el origen del coaching, resulta interesante citar influencias filosóficas que tras la lectura de sus obras podríamos, en varios aspectos, relacionar con dicha disciplina. Como podría ser Sócrates, padre de la mayéutica, en Teeteto: 150d; Platón en Cármides: 156b, haciendo referencia sobre las “conversaciones bellas”. Pero sobretodo me gustaría hacer hincapié sobre Aristóteles, autor que insistió sobre la idea del éxito vs. fracaso y el gran reto de dirigir personas, concepto que podría sintetizarse del siguiente modo: “El éxito o el fracaso de aquel que ocupa puestos de poder o de gobierno, no reside únicamente en lo que sabe o en sus eruditos conocimientos, sino que imperan las habilidades necesarias para dirigir personas, de manera que puedan dar lo mejor de sí mismas”.

Resulta curioso observar la evolución del término, que en su procedencia, tal y como hemos visto, se origina en los carruajes del siglo XVI; hasta llegar al momento actual, con un sinfín de definiciones sobre el coaching como proceso cuya finalidad es favorecer la toma de conciencia, superar bloqueos, clarificar metas, utilizar nuestra mejor versión, y un largo etc. Sin lugar a dudas, todas ellas matizan, innovan y amplían las bases que lo determinan.

Entre las definiciones que establecen los distintos organismos y asociaciones oficiales, aunque todas ellas me parecen perfectas, haré mención por ejemplo, sobre el concepto establecido por ASESCO (Asociación Española de Coaching): El coaching es una disciplina que nos acerca al logro de objetivos permitiéndonos desarrollarnos personal y profesionalmente. Es una competencia que te ayuda a pensar diferente y profundizar en ti mismo.

La ICC (International Coaching Community) destaca lo siguiente: El coaching no dice a la gente qué hacer; les ayuda a clarificar su vida, tomando en cuenta sus metas, sueños e intenciones. Aporta la capacidad de desarrollar nuevas opciones y conduce al cambio.